lunes, 18 de junio de 2012

FRENO A LA INFLACIÓN

Si desayuno no almuerzo y si almuerzo no ceno”, así describen muchos panameños su día ante el aumento constante de la canasta básica. ¿Pero qué se está haciendo más allá de la permanente queja? Ni autoridades ni ciudadanos parecen ver con claridad que ya es hora de actuar y determinar mecanismos efectivos que frenen la desmesurada alza de precios que repercute negativamente en la salud ciudadana.

El último informe presentado sobre el costo de la canasta básica, por parte del Ministerio de Economía y Finanzas, registró un nuevo récord al llegar a los B/.309.43. Este informe reveló que para abril, de los 50 productos que conforman esa canasta, 27 subieron de precio, 15 bajaron y 8 no registraron cambios. Por supuesto, estas cifras solo contemplan alimentos. Es decir, apenas una parte de la línea que marca claramente la inequidad en que viven los ciudadanos de un país que, en términos macroeconómicos, es cada vez más rico y, por ende, más caro. Tan solo con hacer la comparación con el año pasado, para la misma fecha, lo comprobamos. Si nos vamos tres años atrás, para abril de 2009, específicamente, no solo vemos contraste con la diferencia de precios, sino con las promesas y soluciones. Una parte del discurso del hoy presidente Ricardo Martinelli, durante el cierre de campaña prometía que, cuando fuesen gobierno bajarían el “costo de tu comida”. “Proponemos hacer una alianza con los productores a nivel nacional para que comida más barata llegue a tu mesa”, bla, bla, bla.

Hoy vemos que la comida solo es un poco más barata en algunos productos que se venden en las Jumbo Ferias, que no son permanentes ni cubren todo el país. O bien, buscas los establecimientos donde los artículos son más económicos para que te pueda alcanzar, y lo más grave es que te abstienes de muchos productos y solo compras lo indispensable. Hasta ahora esa es la solución que presentan las autoridades. Medidas que contrarían a una ciudadanía que no logra entender por qué lo ancho para la clase social cada vez más rica, y lo angosto para la clase social pobre, desmejorada y sin posibilidades de ahorrar o aspirar a una mejor calidad de vida.

Pareciera que al Gobierno no le interesa el tema de los pobres y solo deja caer migajas de la mesa, pues está empeñado en megaproyectos, en algunos casos innecesarios, cuestionados por sus sobrecostos y con sombras de negociados y corrupción.

Recientemente, el Movimiento Proyecto 2000 de Arraiján, un grupo de ciudadanos organizados, presentó ante la Asamblea Nacional una propuesta denominada Paila (Por una Alimentación Libre y Adecuada). Consiste en que el Estado sea garante de un subsidio de entre 15% y 25% del valor en el mercado de los artículos de primera necesidad que incluye la canasta básica. Hasta ahora poco se ha dicho al respecto. Es más, si dejamos de involucrarnos no pasará nada. Está comprobado que en este país la especulación no es un delito. Pero el subsidio es casi una mala palabra.

Paila es una iniciativa que merece ser apoyada, mejorada y peleada, porque es el primer paso que da la ciudadanía para exigir la debida atención a este tema. No será fácil. Las experiencias en la Asamblea Nacional son los más claros referentes. Pero ya es hora de ser conscientes de que la solución no está en quienes gobiernan, está en quienes dan el poder, en la ciudadanía.

Solo hay que ver cómo la famosa primavera árabe ha puesto fin a varias tiranías. Está también el ejemplo de los indignados de España y el descontento en Grecia que ha hecho que el mundo esté atento a lo que ocurre en Europa. Es hora de reaccionar en Panamá y exigir legítimos derechos contenidos en la Constitución, como el derecho a una vida digna, a satisfacer necesidades económicas, sociales y espirituales, y tener expectativas de futuro.