domingo, 7 de agosto de 2011

Millennium 2



Acabo de terminar la segunda entrega de la trilogía Millennium de Stieg Larsson, "La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina" y, nuevamente me deja con ganas de seguir. Es una historia de esas que te llevan de la mano por momentos llenos de tensión, expectativa y mucha imaginación. A ratos, me siento como si estuviera viendo una película, en la que Robert Redford es Mikael Blomkivist (creo por el papel que hizo en “Los hombre del Presidente”), y Lisbeth Salander, es simplemente Lisbeth Salander.
Confieso también que a veces no sé cuál de los dos personajes me gusta más. Mikael, por ese espíritu de periodista investigador, acucioso, inteligente, bien formado, o, Lisbeth por su inteligencia extrema, su libertad envidiable y su convicción en la justicia basada en los valores que marcan su razón de estar en el mundo.
La narrativa perfecta que nos regala Larsson en esta segunda entrega es igual de rica que la primera. Esta vez profundiza claramente más en Lisbeth, revelando de forma sencilla una de las razones más comunes de por qué las mujeres algunas veces marcan sus relaciones interpersonales a partir de esa relación con el primer hombre que conocen en su vida, el padre.
Bueno mejor no sigo, y me comprometo a terminar con el último tomo y, así hago un análisis completo de este Best seller que ha dado tanto de qué hablar.

domingo, 17 de julio de 2011

La necesaria ética pública

El consenso y el disenso son características propias de cualquier sociedad que goce de una democracia participativa en la que autoridades y ciudadanos puedan relacionarse desde una perspectiva de mutuo respeto. Esa conducta de moral pública se rige dentro de una lógica de pautas relativamente estables de relaciones sociales. No obstante, la aldea global en la que está inmersa Panamá, cada vez se aleja más de ser considerada dentro de esa aproximación sociológica. Históricamente el pueblo panameño ha liderado luchas sociales de gran trascendencia. El movimiento inquilinario de 1925, la gesta del 9 de Enero de 1964, la cruzada civilista entre 1987 y 1989, las reformas a la ley de la CSS en el 2005, y más recientemente la derogación de la Ley 30. Cada una de esas luchas recibió el apoyo de una mayoría ciudadana que, por encima de las clases sociales y la distancia regional, alzó su voz marcada por la dignidad, la convicción y el respeto en demanda de ideales compartidos. Sin embargo, paralelamente a estas conquistas en los últimos años también se han dado manifestaciones que hacen mella en el fortalecimiento de la ética pública que todos debemos compartir. Nada más recordar la reciente marcha de los educadores en demanda de conquistas válidas, pero que se perdieron en medio de la falta de respeto hacia el sistema educativo, representado por la ministra de Educación. O bien, la vociferación de consignas marcadas por epítetos ofensivos en contra de quienes se atrevieron a decir no al paro, son ejemplos de la urgente necesidad de rescatar la ética pública. Lo sucedido con los educadores es solo una muestra de la deteriorada ética cívica o de acuerdos mínimos que deben signar el conjunto de valores que comparten los miembros de una sociedad. Por otro lado, lo sucedido en la instalación del nuevo período de sesiones de la Asamblea Nacional de Diputados, nos presenta más de la misma cara de esta moneda llamada sociedad panameña. Nuevamente el hemiciclo reprodujo el escenario perfecto para hacer valer el clientelismo político, por encima del debate de las ideas y el respeto ciudadano. Del mismo modo como se exige responsabilidad social a las empresas, así también debe promoverse una campaña nacional para rescatar la ética y la moral pública en el quehacer político y en la convivencia social. El colectivo nacional debe proponerse construir una ética pública como salvaguarda de la frágil democracia que estamos convocados a consolidar entre todos los panameños. El llamado de atención es hacia una clase política enferma, que está comprometiendo los valores esenciales y sembrando inestabilidad y desasosiego en el alma nacional. Se hace necesario bajar el tono de la retórica. Entender que cuando realizamos la acción de comunicar nuestras ideas, exigencias y planteamientos, estamos poniendo en común un propósito, no dividiendo. Estamos construyendo comunidades, no destruyendo sociedades. Si este principio lo tenemos claro, seremos una sociedad que en pleno siglo XXI ha conseguido —además de valores tangibles como el desarrollo económico— conservar aquellos principios intangibles como son la dignidad, el compromiso y el honor de la palabra como fundamentos esenciales de nuestra identidad nacional.

jueves, 23 de junio de 2011

Twitter y la política

La esfera pública es el escenario en el que se desarrolla el debate ciudadano y del que pueden surgir ideas y opiniones capaces de enriquecer el contenido de las discusiones de interés común.
Así la concibe el sociólogo alemán Jurgen Habermas, quien analiza con preocupación la reducción de esos espacios de debate debido al posible colapso –en la era de las nuevas tecnologías– de los medios de comunicación tradicionales.
La inquietud que plantea Habermas se hace cada vez más vigente cuando observamos cómo el desarrollo de las redes sociales ha reorientado los espacios en que se desliza el debate público. Eso nos plantea, además, la disyuntiva de participar o permanecer como simples espectadores.
En nuestro país el tema ya fue objeto de investigación y análisis. En abril pasado el diario La Prensa publicó los resultados de la encuesta de Unimer, que reveló que el 21% de los panameños considera que las redes sociales les permiten decir cosas que de otro modo no expresarían.
Ese dato específico nos lleva a un interesante análisis sociológico relacionado con el escenario político que empieza a vislumbrarse en el contexto de una adelantada campaña electoral y el debate público que trae aparejada.
Hace poco, la red social Twitter se convirtió en el escenario público del debate, por el tema de la corrupción, entre el presidente Ricardo Martinelli y el expresidente Martín Torrijos.
Tomando la debida distancia del contenido del debate entre ambos líderes políticos, que al final se reduce a argumentos acerca de qué administración es o fue menos corrupta, podemos plantear dos enfoques.
Primero, la comodidad que ofrece la red social Twitter para expresar sin ambages nuestra forma de pensar sobre un tema. Y si se trata de la política, hacer público lo que consideramos está tratando de esconderse. Segundo, la capacidad que se debe tener para reducir en forma precisa nuestra posición en tan solo 140 caracteres.
En el caso específico de Twitter, la referida encuesta concluyó que, aunque está situado en el segundo lugar entre las redes sociales más populares en el país –solo superada por Facebook–, actualmente 181 mil panameños lo utilizan y la cifra va en aumento.
Ese resultado indica que la red de microblogging, además de permitir a sus usuarios compartir mensajes y hacer posible que personas con intereses afines puedan reunirse de manera inmediata, también sitúa el escenario político en una perspectiva sociológica de interacción simbólica. De allí entonces la importancia de que tanto políticos como ciudadanos tengan a su alcance una herramienta para dar sentido y significado a sus ideas y ser capaces de crear y recrear una realidad social en forma interactiva instantánea.
Al final de cuentas, el político o figura pública que no tenga clara esta perspectiva corre el riesgo de fallar en los 140 caracteres que determinarán la cantidad de seguidores o votantes que respaldarán sus propuestas.

sábado, 18 de junio de 2011

Día del español

Hoy en el día del español, el idioma con el aprendí a comunicarme desde que estaba en vientre de mi madre, le rindo homenaje a través del poema "Las palabras", de Pablo Neruda. Este poema me hace vivir, estremecer, soñar, recordar, en fin, todo lo que uno puede disfrutar a través de nuestro idioma:

Dsifrútenlo:

Todo lo que usted quiera, si señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola... Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se transladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció... Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada... Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.

domingo, 12 de junio de 2011

Embracing our common humanity

Escuchar a Bill Clinton, uno de los hombres más influyentes de la época, hablar sobre los desafíos inmediatos que tiene en común la humanidad, fue una experiencia reveladora y oportuna para Panamá.
El ex mandatario norteamericano no sólo planteó de forma magistral los retos globales que encabezan la lista de preocupaciones en el mundo, como el cambio climático, la pobreza y el desarrollo económico, también habló de la forma de enfrentarlos.
Clinton, diez años después de su mandato, ha trabajado desde su Fundación en diferentes países y regiones del mundo donde hay necesidad de encontrar el camino al desarrollo de los pueblos. Por ello hoy con la propiedad de siempre, quizás más desarrollada, entrelazó magistralmente cada uno de estos temas, dejando clara su interconexión desde la realidad local a la global.
Es así como empieza armarse y disfrutarse el relato de “Embrancing our common humanity”.
Maravillado por lo que había visto de Panamá: el Canal, el Casco Viejo y todo el desarrollo comercial, nos cuenta que acaba de regresar de Brasil, donde se está desarrollando un mega proyecto que impactará positivamente en los sectores más olvidados. También, hace referencia a su trabajo en Haití, y dice que, lo que allí sucede, no es ni la mitad de lo que nos imaginamos.
Clinton deja claro, en esta primera parte de la conferencia, cómo desde una cosmovisión podemos observar todo aquello que nos hace iguales y diferentes al mismo tiempo.
Por ejemplo, Clinton nos veía como diferentes, cuando observaba tanta agua dulce haciendo funcionar exitosamente un Canal como el de Panamá, mientras, recordaba que en Haití había gente que moría porque no contaba con este recurso. Diferentes, cuando se enteraba que en Panamá los niños tienen acceso a internet gratis en cualquier parte, pero recordaba, que en Brasil, todavía hay niños que no gozan de los beneficios de una de las economías más fuertes del continente.
Pero, somos iguales o parecidos cuando analizamos los sistemas sobre los cuales funciona todo aquello que hace posible que estos países estén en las condiciones en las que se encuentran.
Clinton es categórico al señalar que es en los sistemas donde está la clave del éxito o el fracaso. Explica, que si no hacemos una evaluación de cómo está funcionando nuestro sistema, o asumir que puede ser hora de renovarlo, vamos a ir directo a la crisis, tal y como ocurrió en Estados Unidos hace cuatro años con la crisis financiera que afecto incluso a Europa.
En algunos casos, hay que preguntarse si realmente se cuenta con un sistema, como en el caso de Haití, donde ya ha quedado comprobado que no, y por ello no se avanza en la recuperación de los estragos del terremoto y ahora último el cólera. Haití es quizás el ejemplo más claro de la reflexión sobre la necesidad de contar con sistemas sólidos y renovados, dice Clinton.
El desafío más urgente que asecha al mundo en este momento, es el cambio climático. El mundo cambió, sentencia, y no podemos estar ajenos a que un desastre natural eche por tierra cualquier desarrollo económico que se haya conseguido exitosamente.
Este último punto, estuvo acompañado de un mensaje dirigido específicamente a las economías emergentes como China y Panamá. Clinton dijo estas naciones, en especial, deben prepararse para enfrentar este desafío con sistemas blindados que protejan y garanticen el desarrollo logrado.
El ex mandatario norteamericano, dice que la tarea consiste en lograr responder la pregunta de cómo se va a lograr conseguir ese sistema fuerte que podrá combatir el cambio climático, la pobreza y la mala distribución de la riqueza.
Por ahora la única forma que hay, y en la que la mayoría coincidimos, es a través de la educación, nos dijo.

domingo, 15 de mayo de 2011

Gobernar es editar: paradigma de muchos gobernantes de la región

‘ Patria o Medios, La loca guerra de los Kirchner por el control de la realidad’, es el libro que hace uno dos años publicó el periodista argentino Edi Zunino. En él describe el paradigma que lograron instalar los Kirchner para obtener el control de la realidad: ‘gobernar es editar’. Un anhelo que al parecer, es compartido por varios gobernantes de América Latina, los cuales no vamos a mencionar, pero que ya se deben imaginar quiénes son, gracias a las constantes intervenciones públicas de éstos, denostando a periodistas, noticieros y programas de opinión de sus respectivos países. En ‘Patria o Medios’, Zunino nos acerca al inframundo de las negociaciones entre el Estado y los dueños de medios de comunicación, donde el tema que predomina es la conveniencia y el apoyo irrestricto en la divulgación y promoción de los lineamientos políticos. Una negociación que iba más allá del sector privado, porque la creación de nuevos medios oficiales era prácticamente la política de Estado más ejecutada. Cuando hace dos años leí esta obra, encontré muchas coincidencias en esa relación de amor y odio que siempre se ha dado entre los diferentes gobiernos de nuestro país y los medios de comunicación, cada vez que estos últimos, critican, cuestionan y revelan escándalos de corrupción. Para ese entonces pensé en compartirlas, sin embargo, por un motivo u otro, concluí que era mejor dar tiempo al tiempo, haber si esta vez sería diferente. Como ven no fue mucho lo que tuve que esperar, pero sí mucho lo alejada que estaba de la realidad, tan solo citar de Zunino, la apreciación donde señala que su intención de publicar ‘Patria o Medios’, era ‘revelar hasta qué punto concibieron los Kirchner su época como una guerra de relatos irreconciliables al cabo de la cual debían erigirse ganadores absolutos o morir políticamente’, me sitúa exactamente en la realidad que vivimos los panameños las dos últimas semanas. Entre investigaciones periodísticas, que revelan escándalos de corrupción a nivel de la Corte Suprema, Migración, donaciones para la campaña electoral provenientes del lavado de dinero, cancelación de visas a Estados Unidos y los wikileaks, no me queda la menor duda de que además de estar en medio de una lucha entre ‘Patria o Medios’, estamos ante ‘relatos irreconciliables con la verdad’. ¿A qué me refiero? Pues bien, cuando el soberano, es decir, el pueblo, es informado sobre ‘x o y’ situación que levante cualquier duda en la transparencia de sus instituciones o funcionarios, el derecho colectivo a saber la verdad está por encima del derecho particular a conceder a decidir si se da o no una explicación al respecto. Si esta máxima estuviera clara en la mente de todos y todas, no habría escándalos que contar, y sí mucho tiempo para dedicarnos a ver y disfrutar de ese Panamá que crece, y que necesita de su gente para continuar.

sábado, 14 de mayo de 2011

Cifras Redes

Estudio de UNIMER para La Prensa sobre el comportamiento de los panameños en las redes sociales

05 de de 2011
365 mil panameños, miembros de Facebook
Por: Carmen Fernándezcfernandez@prensa.com
En la antigua Grecia, los ciudadanos se reunían en el ágora para conversar. En el 2011, la necesidad de las personas de hablar es la misma, sin embargo, el lugar donde se desarrollan millones de conversaciones hoy es muy diferente. Según datos difundidos por la empresa de investigación de mercados Unimer, en Panamá utilizan Facebook 365 mil personas. Hasta ahora, Facebook sigue siendo la red social cuyo uso está más generalizado entre la población mundial, y también en Panamá se da este hecho. Wikipedia dice que existen 201 aplicaciones de redes sociales. La segunda de ellas más popular en el país es Twitter: la red de microblogging que permite a sus usuarios compartir mensajes de no más de 140 caracteres y que posibilita reunir a gente con aficiones afines de forma inmediata. Ya son 181 mil los panameños que –según Unimer- utilizan Twitter y poco a poco sigue aumentando la cifra. Le sigue Linkedin, la red orientada a profesionales, que actualmente muchos manejan para encontrar empleo. Badoo es otra de las que se está haciendo popular. Su fuerte es ayudar a encontrar amigos o pareja. De hecho, conseguir citas con otros, es uno de los usos más generalizados por los usuarios de redes sociales. Comportamiento En cuanto a simultaneidad en el uso de una u otra red social, se desprende que el panameño no es fiel a una sola. El ciudadano panameño maneja “al mismo tiempo” 1.5 de estas herramientas. Mientras que el tiempo que dedica diariamente a sus comunidades sociales supera las dos horas y media. Según los datos de la encuesta dada a conocer por Unimer, en abril de 2011, el 21% de los panameños considera que las redes sociales le permiten decir cosas que de otro modo no diría. Los más jóvenes siguen siendo los más dados a compartir sus vivencias en estos nuevos foros.De hecho, el 51% tiene entre 18 y 24 años. Siendo las mujeres quienes prefieren las redes sociales con un 51% de participación, frente al 48% de los varones. Los resultados del informe, que corresponden a una encuesta realizada en Panamá en febrero de 2011 (los detalles de la investigación no fueron proporcionados), se dieron a conocer por Karla Arosemena, profesora de la Facultad de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Tecnológica de Panamá y consultora web, quien participó en el Foro Nacional el “Impacto de las redes sociales en la sociedad panameña”. El evento se realizó el pasado 12 de mayo, en Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (UTP). En la mesa redonda participaron profesionales de diversos ámbitos. La próxima cita será el 30 de junio, fecha en la que se celebra mundialmente el Social Media Day.

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domingo, 24 de abril de 2011

Una oda a la libertad y los libros




Un buen amigo me envío el discurso del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa en la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires. Se las comparto a propósito del día internacional del Libro:
Agradezco a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires honrarme con la invitación a ocupar esta tribuna el día de la inauguración. He tenido ya ocasión de participar en ella hace algunos años y me alegra saber que ha ido creciendo y atrayendo cada vez a más editores, libreros y lectores hasta convertirse en una de las ferias del libro más importantes en todo el ámbito de nuestra lengua.
No me extraña nada que haya ocurrido así. Desde la primera vez que pisé Buenos Aires, hace de esto cerca de medio siglo, advertí que esta ciudad y los libros tenían una afinidad recóndita, comparable a la que sólo había advertido antes en París, y que, al igual que esta última, Buenos Aires era una ciudad de librerías -modernas y anticuarias-, de cafés literarios, de escribidores y lectores, donde todo letraherido se sentía inmediatamente en su casa. No es por eso nada raro que uno de los más grandes creadores de nuestro tiempo, Jorge Luis Borges, fuera un porteño y que se pueda decir de su extraordinaria obra que toda ella es como la exhalación imaginaria emanada de una biblioteca, institución en la que Borges, recordemos, en uno de sus más bellos textos, materializó el Paraíso.
Agradezco a los organizadores de este certamen haber resistido las presiones de algunos colegas y adversarios de mis ideas políticas para desinvitarme. Y extiendo mi agradecimiento a la Presidenta, señora Cristina Fernández de Kirchner, cuya oportuna intervención atajó aquel intento de veto. Ojalá esta toma de posición en favor de la libertad de expresión de la mandataria argentina se contagie a todos sus partidarios y guíe su propia conducta de gobernante. Este episodio, me parece, más allá de lo anecdótico, plantea un asunto interesante y actual que no me parece inadecuado abordar en el marco de este certamen con una breve exposición que se podría titular: "La libertad y los libros".
Manuscritos, impresos y, ahora, digitales, los libros representan la diversidad humana (mientras no sean expurgados, claro está). A condición de que puedan participar en ella sin discriminación, cortes, sin censura, los libros de una Feria del Libro son, en pequeño formato, la humanidad viviente, con lo mejor y lo peor que ella tiene: sus creencias, sus fantasías, sus conocimientos, sus sueños, sus amores y sus odios, sus prejuicios, sus pequeñeces y grandezas. Ningún espejo retrata mejor a esa colectividad de hombres y mujeres que conforman las diversas tradiciones, culturas, etnias, lenguajes, mitos, costumbres, modos y modas del fenómeno humano. Esa extraordinaria variedad desaparece cuando, abandonando la superficie, gracias a los libros nos sumergimos en lo profundo hasta llegar a aquellas raíces o denominadores comunes de la especie, pues allí descubrimos lo que hay de solidario y semejante por debajo de aquella frondosa variedad: una condición, unos sentimientos, unos anhelos, unas alegrías y unos miedos que establecen una identidad recóndita sobre las diferencias y distancias que la historia ha ido forjando entre razas, pueblos y culturas a lo largo de los siglos.
Los libros nos ayudan a derrotar los prejuicios racistas, étnicos, religiosos e ideológicos entre los pueblos y las personas y a descubrir que, por encima o por debajo de las fronteras regionales y nacionales, somos iguales en el fondo, que los "otros" somos en verdad "nosotros" mismos. Gracias a los libros viajamos en el espacio y en el tiempo, como hizo Julio Cortázar en La vuelta al día en ochenta mundos sin salir de su biblioteca, y comprobamos que, con todos sus matices y variantes, la humanidad es una sola y compartida.
Podemos comparar el mundo de los libros que en estos momentos nos rodea con un bosque encantado. Ellos están allí, quietos, inertes, silenciosos, como los árboles y las plantas de las fantásticas historias infantiles, esperando la varita mágica que los anime. Basta que los abramos y celebremos con sus páginas esa operación mágica que es la lectura para que la vida estalle en ellos convocada por la hechicería de sus letras y palabras, y un surtidor de ideas, imágenes y sugestiones se eleve del papel hacia nosotros, nos impregne, arrebate y traslade a otra vida, a menudo más rica, coherente, intensa y entretenida que la vida verdadera, en la que a menudo las rutinas embrutecedoras cotidianas nos dejan apenas resquicios para la exaltación y la felicidad.
La vida de los libros nos enriquece y nos transforma. Nos hace más sensibles, más imaginativos y, sobre todo, más libres. Más críticos del mundo tal como es y más empeñados en que cambie también él y se vaya acercando a los mundos que inventamos a imagen y semejanza de nuestros deseos y sueños.
Por eso, los libros son un testimonio inapelable de las carencias y deficiencias de la vida, aquellas que incitan a los seres humanos a crear mundos de fantasías y a volcarlos en ficciones para poder tener aquello que la vida que vivimos no nos da. El viaje al corazón de ese bosque encantado de los libros no es gratuito, un paseo divertido y sin secuelas. Es un viaje que deja huellas en el sentimiento y la inteligencia del lector, la comprobación de que el mundo real está mal hecho, pues no basta para colmar nuestros anhelos. ¿Para qué inventaríamos otros mundos si con éste nos bastara? Es imposible no salir de un buen libro sin la extraña insatisfacción de estar abandonando algo perfecto para volver a lo imperfecto y empezar a mirar el entorno con cierto desánimo y frustración. Nada ha hecho que el mundo progrese tanto desde los tiempos de la caverna primitiva hasta la era de la globalización como ese viaje a lo imaginario que acompaña a hombres y mujeres desde su más remoto pasado y del que da testimonio inequívoco el mundo vertiginoso y laberíntico de los libros.
No es sorprendente, por ello, que los libros hayan despertado, a lo largo de la historia, la desconfianza, el recelo y el temor de los enemigos de la libertad, de quienes se creen dueños de las verdades absolutas, de todos los dogmáticos y fanáticos que han sembrado de odio y violencia zigzagueante el curso de la civilización.
La Inquisición lo vio clarísimo: los libros deben ser examinados y purgados por censores estrictos para asegurar que sus contenidos se ajusten a la ortodoxia y no se deslicen en ellos apostasías y desviaciones de la doctrina verdadera. Dejarlos prosperar sin esa camisa de fuerza de la censura previa sería poblar el mundo de heterodoxias, teorías subversivas, tentaciones peligrosas y desafíos múltiples a las verdades canónicas. Esta mentalidad llevó a decidir que todo un género literario -la novela- fuera prohibida durante los tres siglos que duró la colonia en todas las posesiones españolas de América. Durante trescientos años no se pudo editar ni importar ficciones en las colonias americanas. El contrabando se encargó de que muchas novelas circularan en nuestras tierras, felizmente. Pero una de las perversas -o tal vez felices- consecuencias de esta prohibición fue que, en América latina, como la ficción fue reprimida en el género que la expresaba mejor -las novelas- y como los seres humanos no podemos vivir sin ficciones, éstas se la arreglaron para contaminarlo todo -la religión, desde luego, pero también las instituciones laicas, el derecho, la ciencia, la filosofía y, por supuesto, la política-, con el previsible resultado de que, todavía en nuestros días, los latinoamericanos tengamos grandes dificultades para discernir entre lo que es ficción y lo que es realidad. Eso ha sido muy beneficioso en los dominios del arte y la literatura, pero bastante catastrófico en otros, en los que sin una buena dosis de pragmatismo y de realismo -saber diferenciar el suelo firme de las nubes- un país puede estancarse o irse a pique. Los comisarios políticos han reemplazado en la vida moderna a los inquisidores de antaño.
Vez que se ha apoderado de un gobierno un fanático religioso, ideológico o un caudillo megalómano que se cree dueño de la verdad absoluta, los libros se han visto sometidos a purgas, recortes y vejaciones para tratar de evitar que lo que ellos encarnan mejor que nadie -la diversidad humana, la variedad de ideas, creencias, puntos de vista, costumbres y tradiciones- se divulgue y contradiga la visión dogmática, excluyente y autoritaria entronizada. Nazis, fascistas, comunistas, caudillos militares o civiles enceguecidos por los espejismos de las verdades absolutas han tratado a lo largo de toda la historia y en todas las geografías del planeta de domesticar y embridar el espíritu creativo, insumiso y crítico -que ha sido siempre el motor del cambio-, pero, por fortuna, siempre han fracasado. Dejando, eso sí, en el camino una miríada de víctimas -torturados, encarcelados y asesinados- que, pese a la represión y a las persecuciones, mantuvieron siempre viva aquella llama de libertad que anida, como un alma secreta, en el corazón de los libros.
Leer nos hace libres, a condición, claro está, de que podamos elegir los libros que queremos leer y que los libros puedan escribirse e imprimirse sin inquisidores ni comisarios que los mutilen para que encajen dentro de las estrechas orejeras con que ellos aprisionan la vida. Defender el derecho de los libros a ser libres es defender nuestra libertad de ciudadanos, el precioso fuego que la atiza, mantiene y renueva.
Una de las mejores tradiciones de la Argentina ha sido ser un país de libros, escritores y lectores. Yo lo recuerdo muy bien, pues mi infancia y mi adolescencia se nutrieron de revistas y libros (y, añadiré, películas y canciones) que se producían y editaban en este país y se difundían por todos los rincones de América. Por ejemplo, llegaban puntualmente a Cochabamba, la ciudad boliviana donde viví hasta los diez años. Recuerdo muy bien la llegada periódica de Leoplán para el abuelo, el Para Ti que leían mi madre y m abuela y el Billiken que yo esperaba como maná del cielo. Más tarde, de universitario en San Marcos, en Lima, conocí la literatura más renovadora y moderna (de Faulkner a Thomas Mann, de Joyce a Sartre, de Camus a Forster, de Eliot a Hemingway) gracias a las traducciones que editoriales como Losada, Sudamericana, Emecé, Sur y otras publicaban y distribuían por todo el continente. Como innumerables jóvenes latinoamericanos de mi generación, puedo decir por eso que debo buena parte de mi formación literaria a esa pasión por los libros que anida en el corazón de la cultura argentina.
Hago votos por que esa hermosa tradición se renueve y fortalezca y que sea la mejor expresión de ello esta Feria del Libro de Buenos Aires.
La Nación, 22 de abril

viernes, 22 de abril de 2011

Empezando la "Trilogía Millennium"

Hace poco acabo de terminar de leer Millennium 1, la primera parte de una de las trilogías novelescas más aplaudidas en los últimos tiempos, y al igual que el resto de los lectores que la ha calificado como fuera de serie, no me queda más que apoyar tal apreciación.

La historia es entretenida y diferente porque a pesar de estar basada en el drama de la familia Vanger, Stieg Larsson, su autor, lograr mantener el foco en dos notables personajes: el periodista Mikael Blomkivist y la joven investigadora Lisbeth Salander. Ambos recogen las cualidades que cualquier periodista exitoso desea tener: ímpetu, valentía, coraje, decisión, disciplina, ética y sobre todo objetivos claros.


Larsson nos regaló a través de MILLENNIUM 1 el regreso a la emoción de la investigación detectivesca que desde hace rato no lograba disfrutar en una novela. Logró también que a través del personaje de Lisbeth Salander, miráramos más allá de la apariencia a primera vista. Ella, una joven con apariencia anoréxica y desajustada emocionalmente, resulto ser la compañera perfecta para que el reconocido periodista Blomkivist descubriera el eslabón perdido de la historia.


En fin, para mi estuvo notable, pero siempre abriendo la posibilidad al intercambio de opiniones dejo la invitación a que la lean y me comenten su parecer. Por el momento solo me resta decirle que voy por más de MILLENNIUM 2 y 3... ya les contaré si se mantiene la fascinación.

Lío por tres pollitos en la parada del Metrobús

Todo lo que se perdió “por tres pollitos”

Cuando ya pensábamos que lo habíamos visto todo en materia de transporte, nos volvemos a quedar con la boca abierta cuando las cámaras de televisión nos muestran como a una ciudadana, usuaria del Metro Bus, se le prohíbe subirse al colectivo porque llevaba consigo tres pollitos en una pequeña bolsa.
¿No se supone que este nuevo sistema de transporte es precisamente para los ciudadanos de a pie? Pues si la empresa y las autoridades, no lo saben aún, los ciudadanos de a pie son como esta señora. Ellos cargan con todas sus pertenencias, entiéndase, grandes bolsas, niños, y por qué no, hasta con las mascotas.
¿Cómo se crea un servicio sin conocerse las necesidades de quien lo va a utilizar? ¿Cómo se carece de destreza para solucionar una situación tan domestica como esta? ¿Cómo se justifica que 24 horas después del incidente, la empresa salga a decir que todo se debió a un “poco” de exageración por parte de los choferes, pero aún así está prohibido subir con animales?
Estas y otras preguntas se hace la gente que con indignación ve como se violentan los derechos ciudadanos de una mujer humilde que quería llegar a su casa en un transporte que le dijeron le pertenecía.
Lo más paradójico de esta triste situación es que la promesa de un mejor servicio de transporte, se desvirtúa cada vez que vemos operativos de puesta en marcha descoordinados, falta de información y nada de campañas de sensibilización o educación ciudadana.
Estos desaciertos lo único que hacen es alejar al usuario de un servicio al que desde el principio se le hizo creer que le podía llamar “MI BUS”.
Sabemos que el cambio genera resistencia y más si se trata de cambiar culturas enraizadas en el juega vivo de hacer paradas por doquier, regatas, y cuanta cosa vemos a diario en nuestras calles, pero ¿dónde está la estrategia para asumir este desafío?
En comunicación, el diseño de una estrategia que parta de un diagnostico como este, es clave para poder llegar sin mayores traumas a buen puerto, y más si se trata de un proyecto tan complejo y sensitivo como la transformación del servicio del transporte.
Claramente, quienes estén a cargo, tanto en la empresa “MI BUS” como en el gobierno, de mantener informados y orientados a los ciudadanos, deberán evaluar de forma sistemática cada progreso o retraso, para poder replantear cada vez que sea necesario la estrategia y así evitar muchos de los inconvenientes que hasta ahora han ensombrecido una iniciativa tan esperada por el pueblo panameño.

martes, 4 de enero de 2011

Regina, dos de octubre no se olvida


Recientemente terminé de leer “Regina: dos de octubre no se olvida”, una obra histórico-biográfica de Antonio Velasco Piña.

Por lo general no me gusta contar las obras que leo, prefiero comentar y motivar a través de mis impresiones su lectura, pero en esta ocasión me será un poco difícil, debido a la carga espiritual y realista que utiliza el autor como hilo conductor de toda la historia.

Partimos por afirmar que el relato que nos regala Velasco Piña en “Regina”, está basado en un marco de sentido profundo, que se describe muy bien desde la representación cultural y espiritual que desde siempre ha formado parte de identidad mexicana.

Regina encarna la mexicanidad devota de la virgen de Guadalupe, lo místico de la cultura azteca y su indiscutible relación con la esencia tibetana.

En cada capítulo, uno encuentra un elemento que refuerza este marco de sentido profundo: los padres de Regina y sus creencias, la educación de Regina por el Dalai Lama, los cuatro auténticos mexicanos, los héroes de la revolución, etc.

Y cuando avanzamos en el relato, tomados de la mano por todo este magnetismo interior, y nos encontramos con un hecho histórico como la matanza del 2 de octubre de 1968, producto precisamente del despertar de un pueblo, descubrimos el valor literario de: “Regina: dos de octubre no se olvida”.

Esa mezcolanza de la perspectiva espiritual, cultural, histórica, de identidad y género que se nos presenta en el relato de “Regina”, es única y en mi humilde opinión, la esencia literaria de tan preciada obra.

La sensación que me ha dejado es de suma satisfacción, porque además de tratarse de una obra histórica, logra generar una inevitable vinculación con el presente de muchos pueblos que se encuentran adormecidos, como sonámbulos, y sobre con un espíritu pobre, que los lleva a desconocer su cultura, su identidad.